La Sala 365 del Museo de la Universidad de Alicante (MUA) acoge hasta el 27 de julio la exposición Temps i Pensament, del artista Damià Díaz (Alicante, 1966). Se trata de una muestra con la que el autor inaugura una nueva etapa creativa ofreciendo un cambio de soporte, técnica e incluso dimensiones, ya que según explica el propio artista "la pintura sale de su formato habitual, el lienzo, para darle protagonismo al volumen".
Temps i Pensament, que tras su estancia en el MUA recorrerá de modo itinerante diferentes salas de España y Europa, ya fue exhibida el pesado mes de enero en la Chapelle Saint-Louis de la Salpêtrière parisina. Para esta ocasión, sin embargo, Díaz ha añadido dos secuencias más, a lo largo de las cuales el artista completa los mensajes inmersos en su obra, "la idea de movimiento, del tiempo, del transcurrir de la vida, y del cuerpo como icono, objeto y sujeto de representación de todas las categorías del conocimiento".
Por otro lado, la utilización de la luz y el color atravesando la obra, incluso surgiendo de ella y los recorridos a través de la misma, sitúa al espectador como parte de la propia obra, reformulando la relación entre creación y recepción.
La primera secuencia, 'Tránsito y Reflexión', se divide a su vez en dos series. Por un lado, en 30 planchas translúcidas, Díaz traza el recorrido imaginario del individuo creando una composición que se proyecta sobre el espacio y el espectador. Según el artista, ha intentado "establecer e insinuar un laberinto donde el ser se pierde y se encuentra, convirtiéndose en un elemento más de la composición". Sin embargo, bajo el título de 'Reflexión', Díaz establece tres grandes módulos. Son retratos o autorretratos inquietantes en donde desarrolla posibles composiciones alternativas de visión y reflexión, unificando un antes y un ahora de experiencia, acontecimientos y recorridos íntimos. La primera parte de la muestra concluye con una pieza suspendida de doce por dos metros.
En la última secuencia, 'Recorrido', 60 placas luminiscentes colocadas sobre el suelo forman un camino libre, con un orden estético que conduce a una composición mural, última pieza del montaje. En ella está el 'Retro-Hombre', símbolo de la renovación, del resurgir.