Si un microscopio óptico se ha convertido en un objeto casi cotidiano de fácil acceso para muchos, el microscopio electrónico es un dispositivo tecnológicamente sofisticado y de envergadura y coste considerables, que lo hace privativo de los centros de investigación. Por este motivo, la observación a través de un microscopio electrónico –que se podría definir como un prodigioso viaje al corazón de la materia– no está al alcance de todo el mundo.
Conscientes de esta circunstancia, Metrònom ha querido hacer un experimento: dar a una serie de creadores de ámbitos muy diferentes la oportunidad de reaccionar espontáneamente a la percepción de objetos de su elección a través de un microscopio electrónico. En este grupo seleccionado por Joan Fontcuberta hay músicos, pintores, arquitectos, cineastas, fotógrafos, poetas, escultores... Los participantes son Barbara Held, Ivan Bercedo y Jorge Mestre, Carles Hac Mor y Ester Xargay, Isaki Lacuesta, Sylvie Bussières, Perejaume y el mismo Joan Fontcuberta. Ante este reto, cada uno de ellos ha dado una respuesta vinculada a preocupaciones plásticas y conceptuales que les son propias.
“Microcòsmics” propone pues el resultado de esta iniciativa, que tiene una voluntad de recoger la respuesta directa de la mirada del artista sobre la mirada de la ciencia, y que aporta sin duda una dimensión diferente a la percepción microscópica. Para los profanos, toda imagen producida por un microscopio electrónico suele ser espectacular. Descontextualizada de la investigación científica, nos acerca a esa abstracción enigmática y “decorativa” que ya fascinó a las vanguardias. Aquí, en cambio, se ha pretendido recuperar estos nuevos recursos tecnológicos poniéndolos al servicio, no de la sorpresa y de la curiosidad, si no de un proyecto artístico, de conceptos y de poéticas. En definitiva, “Microcòsmics” nos habla de toda una serie de universos expresivos que en este caso tienen la posibilidad de dialogar con las diferentes nociones de realidad a escala nanométrica.
Tanto el telescopio como el microscopio son inventos del s. XVII y responden a una misma voluntad de extender la experiencia visual a lo infinito: uno a lo infinitamente distante y el otro a lo infinitamente cercano. Ambos artilugios abrieron mundos hasta entonces vedados al conocimiento humano. El microscopio dio acceso a morfologías inéditas que, más allá de la curiosidad científica, permitían la exploración estética. Las vanguardias históricas del período de entreguerras supieron aprovecharse ampliamente de esto; sólo cabe recordar, por ejemplo, el celebrado álbum de fotograbados de Laure Albin Guillot, titulado Micrographie décorative (1931), un verdadero monumento de la doctrina de la Nueva Visión uniendo al mismo tiempo ciencia, tecnología, abstracción y fantasía. Este mismo año Max Knoll y Ernst Ruska desarrollaron en Alemania el primer sistema de microscopía electrónica: el microscopio electrónico de transmisión (TEM), que utilizaba un haz de electrones en lugar de luz para enfocar una muestra y conseguir hasta el orden de 100.000 aumentos. En 1942, se desarrolló el microscopio electrónico de escaneo (SEM), y posteriormente aparecieron otras variantes.